Los amantes y su dolor.
Los amantes, aunque se amen en secreto,
tampoco son la hostia puta de la pureza de amor, ternura y bondad. Y mucho
menos de la tristeza.
Cogen y se comen el coño y la polla como
cualquier hijo de vecino (que juran y perjuran que va a ser el único coño o
polla que se comerán jamás).
Lo que ocurre con ellos, pobrecitos, es que
aún con los bajos sucios de semen y fluido llegan a casa para follar con quien ya
no quieren.
Y ahí sí que lo pasan mal corriéndose de
placer pensando en su verdadero amor.
Angelitos...
No jodas... Es que me parto.
Disfrutad del drama a toda madre, lujuriosos
adúlteros y cornudos.
Aquí debería haber un Míster Smiley con la boca
desencajada de risa; pero como soy iconoclasta, no pongo una mierda.