No acabo de ver la gracia a la vida:
Te despiertas y te llenas los pies de
porquería si no atinas a calzarte las pantunflas.
Te despiertas y lavas platos.
Te despiertas y recoges mierda en bolsas.
Te despiertas y cagas y meas.
Te despiertas y te vas a la mierda de trabajo
con el que malvives.
Te despiertas y sigue vivo quien debería estar
muerto.
Te despiertas y el cigarro solo dura una
fracción de segundo. Las casi veinticuatro horas restantes, se dedican
plenamente a sacar mierda y a padecer hastío.
A prostituirse por unas monedas.
Es por ello, que me parecen amenos los
programas, noticias y películas en las que hay niños muertos en brazos de sus
padres, madres y hermanos.
Incluso cuando están tirados en el suelo de un
desierto con un buitre que los sigue para comérselos aún vivos (buena y vieja
foto de lo que los idiotas hacen con sus hijos: abandonarlos al hambre y la
muerte).
Ver la mierda en casa de otros, da sosiego.
Un niño muerto es un soplo de serenidad a un
día mierdoso. Me provoca una romántica y beatífica envidia al pensar que algunos
se escabullen de la mierda para ir a parar al mismo sitio, más rápidos y mejor
conservados.
Alguien con una gran cultura como yo, siempre
pensará que morir no es tanto drama, que tiene sus ventajas para los que viven
y los que mueren.
Me despierto y me asqueo.
Buen sexo
Iconoclasta