miércoles, 17 de abril de 2013

La gracia de la vida




No acabo de ver la gracia a la vida:
Te despiertas y te llenas los pies de porquería si no atinas a calzarte las pantunflas.
Te despiertas y lavas platos.
Te despiertas y recoges mierda en bolsas.
Te despiertas y cagas y meas.
Te despiertas y te vas a la mierda de trabajo con el que malvives.
Te despiertas y sigue vivo quien debería estar muerto.
Te despiertas y el cigarro solo dura una fracción de segundo. Las casi veinticuatro horas restantes, se dedican plenamente a sacar mierda y a padecer hastío.
A prostituirse por unas monedas.
Es por ello, que me parecen amenos los programas, noticias y películas en las que hay niños muertos en brazos de sus padres, madres y hermanos.
Incluso cuando están tirados en el suelo de un desierto con un buitre que los sigue para comérselos aún vivos (buena y vieja foto de lo que los idiotas hacen con sus hijos: abandonarlos al hambre y la muerte).
Ver la mierda en casa de otros, da sosiego.
Un niño muerto es un soplo de serenidad a un día mierdoso. Me provoca una romántica y beatífica envidia al pensar que algunos se escabullen de la mierda para ir a parar al mismo sitio, más rápidos y mejor conservados.
Alguien con una gran cultura como yo, siempre pensará que morir no es tanto drama, que tiene sus ventajas para los que viven y los que mueren.
Me despierto y me asqueo.

Buen sexo
Iconoclasta

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