lunes, 14 de noviembre de 2016

Refrigerando


Hay que refrigerar la biela aprovechando el aire frío del Pirineo.
Me gustaría que ese aire se llevara el dolor y la fealdad, no solo el exceso de calor de esa biela casi podrida.
Pero nada es perfecto, así que seguiré caminando y pedaleando como si no doliera, soy orgulloso.
Y así hasta que se caiga o me la desguacen.
Y cuando eso ocurra, evocaré tiempos de sudores en aires gélidos mientras pienso en qué modelo de pata de palo me quedará bien. Porque del ataúd no me tendré que preocupar.
Un par de iracundos cuervos me distraen con sus gritonas blasfemias, porque parece que siempre están enfadados.
Algo huele a podrido en Dinamarca, deben pensar.
Y yo.
Es hora de una sonrisa.

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