lunes, 16 de mayo de 2016

Un premio


Subes y duele.
El dolor cansa.
El cansancio te hace hostil.
Blasfemas con cada paso y la sonrisa no existe.
El sudor escalda los ojos.
Y el brazo duele de clavar el bastón en el suelo.
Llegas y obtienes el premio. Lo exiges enmarcado porque has dejado un rastro de lamentos en el ascenso.
Desciendes con el premio bajo el brazo, no hay alegría.
Solo un orgullo que solo servirá para dejar un digno cadáver.
Vomitas y enciendes un cigarro para que el humo cubra la fetidez de tu paladar seco.
Y concluyes que a pesar de todo, tienes suerte.
Y rompes el premio, porque al final, no ha salido retratado el coraje y los latidos acelerados del corazón.
O el sonido de los pulmones intentando acaparar todo el aire que puedan para, de alguna manera, asfixiar dolor y vergüenza.
Mañana más, como un Sísifo del dolor y el cansancio.

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