martes, 24 de junio de 2014

De lo indigno

Ya no queda nadie en la calle, solo un gato con la punta de su rabo colgando y sangrando que maúlla a la infección que le envenena la sangre, un perro sucio y mojado que come mierda de las bolsas de basura que revienta y un caracol que agoniza con el caparazón reventado porque lo he pisado, en un charco de agua sucia de aceite. Un tornasolado venenoso, tóxico...
Desde las feas ventanas cerradas y cortinas rasgadas y sucias salen los gritos de los que ven un partido de fútbol e ignoran la indignidad nuestra de cada día.
Que siga lloviendo, la cosa empeora cuando salen a la calle.
Prefiero chapotear solo en la ignominia.

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