Ambiciosos enfermos cuyas bocas escupen temblonamente obscenas las mentiras que dicta su paranoia embustera de poder y dinero ante la chusma.
Sus desvaríos hipócritas de perfecciones y paraísos que solo son para ellos en el mejor de los casos.
La chusma venera a los charlatanes y los aplaude porque, al fin y al cabo, una serpiente no envenena otra serpiente.
Y es que una mierda frente al espejo refleja una mierda.
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