Hay vertederos de todo tipo, y lo más sosos y
aburridos son los de amores caídos.
Son restos sin olor, sin sustancia. Gelatinas
sin sabor, olor o color.
Ni siquiera huelen a podrido aunque lleven
años ahí tirados.
Los amores caídos no provocan ni el más mínimo
dolor, solo una indiferencia transparente como el aire.
Algo de vergüenza a lo sumo.
Se les ofrenda risas y burlas, un justo pago a
una vanidad desmedida. A una frívola metafísica.
Dan ganas de bostezar.
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