jueves, 28 de mayo de 2015

Equilibrio


Es una cuestión de quorum entre el soma y la psique.
Si la mente ha decidido que es hora de morir y el cuerpo se niega a obedecer la orden, es imposible escapar por la puerta de emergencia.
Y es que las células del cuerpo tienen también su opinión.
Siempre hay una maldita lucha entre el cuerpo y la mente, el soma se niega a realizar una acción traumática y no hay quien mueva un músculo para suicidarse a pesar de toda esa miseria que está metida en la cabeza.
Sin embargo, cuando el cuerpo ya comprende (por un uñero infectado que duele infinito, por ejemplo) y con naturalidad acepta que es mejor morir, es cuando se alcanza la total integración de cuerpo y mente.
Y ya puedes levitar ayudándote con una erección o en el caso de las mujeres con sus pitones enhiestos y duros.
Es cuando se dice eso tan recurrido: soy uno con el universo.
Cuando hay  quorum entre mente y cuerpo, nos encontramos en místico y supremo estado de armonía. Y como una broma de mal gusto, ese maldito estado dura apenas unos minutos: preparativos para el veneno, para las cuchillas, abrir el gas o bien lanzarse desde una altura pornográficamente mortal.
Yo prefiero morir sin dolor, no soy dramático. Soy abiertamente cobarde y no tengo ningún interés especial en exhibirme hecho mierda contra el pavimento.
Y es que tanto drama acaba aburriendo a las ovejas.
Así que espesaré mucho la sangre con abundantes somníferos, la espesaré tanto, que parecerá que se me ha coagulado la sangre en la venas e igual me entierran en tierra sagrada, pensando que he sido víctima de uno de esos virus que se contagian por tener relaciones sexuales con los monos. Es posible que no me tomen por un pecaminoso suicida al que anatematizar.
Aunque sinceramente, a mi soma y a mi psique, les importa una grandísima mierda ser enterrados en tierra sagrada o en un vertedero de basura. Ya nada puede conturbar nuestra/mí armonía.
¡Om...!

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