En algún momento, en algún sueño, en alguna paranoia, creí que Dios estaba en tu coño. Tal vez sea esa una de las razones por las que te adoro.
Y es la única razón por la que deslizo mi mano temblorosa de devoción por la piel íntima de tus muslos separados. Tan cerca de Dios.
Acariciar a Dios...
Tal vez nunca fui tan ateo como pensaba.
Tan solo soy un blasfemo pecador que tiene la osadía de lamer a Dios.
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