martes, 30 de septiembre de 2014

La luz hecha carne

Sus ojos son tan claros, que deseo que no los abra, porque parece un ángel, un ser ultraterreno.
E impone respeto follarse un ángel.
Los pliegues de la vulva son pétalos de rosas pálidas y las venas que recorren sus pechos, ríos subterráneos bajo esa piel blanca como la leche, como mi semen.
(de mi relato: La luz hecha carne)

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