Tengo más tiempo que perder y más cigarros que encender; pero ya no observo, me voy a un cuarto oscuro. Cuando el sol ilumina ya sin timidez, con todo su horrendo poder, la mediocridad luce ya sin engaños. No quiero vomitar, tengo el estómago vacío.
Los amaneceres son espejismos para perder el tiempo unos minutos, un dedo en el ano que acaba doliendo enseguida.
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