Como drogarse...
Idioteces dichas por idiotas. Citas. Reflexiones de zambombazo urgente. Miserias y más mentiras. Vamos, la misma mierda de todos los días, pero más breve. Que hay prisa y prisa y pagan una mierda por soportar tanta banalidad.
sábado, 21 de febrero de 2015
Descontrol y paranoia
Una alucinación repetitiva como el ritmo.
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viernes, 20 de febrero de 2015
Cumple años Rihanna
Es cantante, compositora, diseñadora, coreógrafa, bailarina, modelo, actriz y filántropa. Todo eso dice la biografía de esta artista barbadense, aunque también es estadounidense. La verdad es que le cabe todo eso en el cuerpo y más. Tremenda y provocatriz.
Es la viva demostración de que aunque parezca mentira, se puede dar un buen cerebro en un cuerpazo digno de los motivos masturbatorios de adolescentes (hombres y mujeres) y sobre todo en adultos (hombres y mujeres). Que tenga un cumpleaños cremoso.
Cumpliría años el ingeniero italiano Enzo Anselmo Ferrari "Il Commendatore", fundador de la marca de automóviles Ferrari. Una vida llena de trabajo, diseño y las tremendas dos guerras mundiales como una macabra presencia. Un hombre incansable. Una mente brillante que llevó a los humanos a velocidades de vértigo.
Cumpliría años el escritor estadounidense Richard Matheson, especializado en ciencia ficción y fantasía. Algunas de sus buenas novelas son: Soy leyenda, El hombre menguante y Más allá de los sueños. Solo algunas.
Buenos aniversarios, buena gente. Todos artistas a su modo. Sin lugar a perezas.
Lo malo es cuando la gente gana algo sin merecerlo, por la suerte de haber nacido en un lugar adecuado o por un azar aberrante.
La injusticia sigue siéndolo aunque favorezca a algunos petardos/as. En estos casos, ya se sabe: margaritas a los cerdos.
Buen fin de semana, sed malos, incluso pecaminosos.
Buen sexo.
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Confidencias.
Te contaré un secreto (a tus piernas), susurrando allá donde la ternura pasa a ser indecencia.
Te susurraré un espasmo y el dolor de un miembro latiendo con obscenidad voraz.
Y el amor dejará de angustiar con su ansia.
La lujuria liberadora...
La piel agradecerá el calor de mi miembro cuando me abrace a ti buscando tu sagrado coño.
Seremos íntegramente obscenos desatando la mente de ese atroz amor.
Te susurraré luego, tras recuperar el aliento, que te abraces a mí.
Porque ya llega la ternura desencadenada.
Que los dioses nos protejan de la locura de amar, mi amor.
Te susurraré un espasmo y el dolor de un miembro latiendo con obscenidad voraz.
Y el amor dejará de angustiar con su ansia.
La lujuria liberadora...
La piel agradecerá el calor de mi miembro cuando me abrace a ti buscando tu sagrado coño.
Seremos íntegramente obscenos desatando la mente de ese atroz amor.
Te susurraré luego, tras recuperar el aliento, que te abraces a mí.
Porque ya llega la ternura desencadenada.
Que los dioses nos protejan de la locura de amar, mi amor.
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Cadáveres exquisitos
Y yo que pensaba que un cadáver exquisito era un muerto con luces de navidad en las orejas y una fuente de chocolate para fresas en la barriga...
Estos surrealistas lo son demasiado.
El ocio y la absenta crean y recrean a los muertos.
Y dejan a los vivos exentos de cualquier exquisitez.
Malditos excesos, si no fuera por ellos...
Estos surrealistas lo son demasiado.
El ocio y la absenta crean y recrean a los muertos.
Y dejan a los vivos exentos de cualquier exquisitez.
Malditos excesos, si no fuera por ellos...
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jueves, 19 de febrero de 2015
No es broma
Cuesta mucho ser Iconoclasta y revolcarse en el ridículo sin pudor. Requiere esfuerzo, voluntad y la total pérdida de la dignidad.
Como cuando en la playa algunos se calzan ese bañador floreado que deja ver el canal de las nalgas sin ninguna elegancia.
No soy nada banal conmigo mismo.
De la misma forma que en una relación afectiva que es una mierda, jamás diré: es complicado.
Tengo un vocabulario muy básico presto a ser usado para evitar esos eufemismos.
Soy Iconoclasta, aunque me pese.
Qué cruz...
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Incredulidad
Pudieran decir con alegría insana: ¡Vaya, el Iconoclasta ve menos que un gato de escayola!
Un poco de razón llevan los asquerosos.
Pero no es eso, me he quitado las gafas por incredulidad, no puede ser que esas majaderías las haya escrito yo.
Y la vanidad añadida de que salga el cuadrito con mi apodo.
Soy rastrero como nadie cuando me lo propongo.
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Feliz como una perdiz
Hay momentos en los que a veces soy feliz como una perdiz. Son breves patologías que duran lo que el cigarro, luego vuelvo a ser Gregorio Samsa sin saber acomodarme bien.
Un tanto inquieto, un tanto hostil.
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Arquitectura de la escritura
Escribir no es una forma valiente de vivir, es una forma de evadirse de la mediocridad.
Es una narcosis ingeniosa, cautivante, intelectual o no, pero otra adicción más.
Y todo porque la vida es tan predecible, tan plana...
Es una vanidad de autor, es dar importancia a una vida en muchos caso sobrevalorada, la mía.
Escribir es dar al pensamiento las tres dimensiones ancladas en cimientos de pulpa de celulosa.
¿No es maravilloso? El papel cruje y aumenta de volumen cuando escribo en él. Es obsceno pasar las hojas, manosearlas sin leerlas para sentirme confortado. Mi cuaderno pleno, me basta saber que es mío, que es mi pensamiento ya táctil. No necesito leer tanta miseria que he escrito, y es que cuando me leo, me desconozco.
Es descorazonador no engañarse uno mismo.
Solo deseo pasar las crujientes hojas y sentir la fuerza con la que he grabado mi pensamiento. Si fuera ciego, no sería infeliz.
Con la arquitectura de la fantasía me basta, porque los interiores requieren un tiempo infinito para remodelarlos y nunca acaban de quedar los tabiques inmaculados.
Es una narcosis ingeniosa, cautivante, intelectual o no, pero otra adicción más.
Y todo porque la vida es tan predecible, tan plana...
Es una vanidad de autor, es dar importancia a una vida en muchos caso sobrevalorada, la mía.
Escribir es dar al pensamiento las tres dimensiones ancladas en cimientos de pulpa de celulosa.
¿No es maravilloso? El papel cruje y aumenta de volumen cuando escribo en él. Es obsceno pasar las hojas, manosearlas sin leerlas para sentirme confortado. Mi cuaderno pleno, me basta saber que es mío, que es mi pensamiento ya táctil. No necesito leer tanta miseria que he escrito, y es que cuando me leo, me desconozco.
Es descorazonador no engañarse uno mismo.
Solo deseo pasar las crujientes hojas y sentir la fuerza con la que he grabado mi pensamiento. Si fuera ciego, no sería infeliz.
Con la arquitectura de la fantasía me basta, porque los interiores requieren un tiempo infinito para remodelarlos y nunca acaban de quedar los tabiques inmaculados.
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miércoles, 18 de febrero de 2015
Películas
Hay cuatro tipos de películas:
Las malas, que pasan directamente a ser piratas en paquetes de 10 unidades y suelen servir para espantar palomas y otras aves en los balcones.
Las buenas (o populacheras como Bob Esponja, la película), que pasan directamente a piratas, pero clones ¡ojo!. La peña las compra como si fueran donuts.
Y están las incomprensibles, que se convierten con el paso de los años en películas de culto. Nadie las compra; pero luce tener una en las estanterías. Da caché al negocio o al salón de casa.
Luego están las ponográficas que nadie ve más allá de tres minutos si no está realmente enfermo; pero forman parte de la mitología etílica y narcótica de las clases más bajas.
Las malas, que pasan directamente a ser piratas en paquetes de 10 unidades y suelen servir para espantar palomas y otras aves en los balcones.
Las buenas (o populacheras como Bob Esponja, la película), que pasan directamente a piratas, pero clones ¡ojo!. La peña las compra como si fueran donuts.
Y están las incomprensibles, que se convierten con el paso de los años en películas de culto. Nadie las compra; pero luce tener una en las estanterías. Da caché al negocio o al salón de casa.
Luego están las ponográficas que nadie ve más allá de tres minutos si no está realmente enfermo; pero forman parte de la mitología etílica y narcótica de las clases más bajas.
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lunes, 16 de febrero de 2015
Es muy especial
Es muy habitual que a alguien lo califiquen de "especial" (ya es vulgar).
Todos los "especiales" que conozco son simples pedantes, huraños, frustrados, maleducados, sin gracia y cuando por fin abren la boca, perfectamente idiotas.
Lo único que podría ser especial es que su tremenda antipatía no lo fuera y se tratara de carisma. Ciencia ficción...
"Es muy especial". Cuando me avisan de algo así, sé que voy a conocer a un vulgar borde sobrevalorado por algún conocido.
Todos los "especiales" que conozco son simples pedantes, huraños, frustrados, maleducados, sin gracia y cuando por fin abren la boca, perfectamente idiotas.
Lo único que podría ser especial es que su tremenda antipatía no lo fuera y se tratara de carisma. Ciencia ficción...
"Es muy especial". Cuando me avisan de algo así, sé que voy a conocer a un vulgar borde sobrevalorado por algún conocido.
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El fracaso ajeno
No es bueno, no es ético.
No es bonito.
Huir, esconderse del dolor o el esfuerzo y recostarse en el ajeno.
Es la conducta insana. Mirar de reojo las lágrimas ajenas, para obtener un consuelo mísero.
Cuando hay seres en peor situaciones que nosotros, nos consuela. Y caminamos bien erguidos y ufanos. Sus penurias son nuestra superioridad.
Desde los inicios de las sociedades sedentarias y urbanizadas, el ser humano ha conseguido alcanzar la más alta perfección en la miseria y la envidia.
Desde los tiempos en el que hombres y mujeres despertaban a la conciencia de que no era ya necesario esforzarse en sobrevivir, idearon la ley del mínimo esfuerzo propio y máximo esfuerzo ajeno en todas las actividades: trabajar, crear, educar... Bastaba que otros fracasaran o sufrieran para sentirse confortados.
Esos inicios de la sociedad competitiva y alejada del pánico de la noche, la intemperie y la caza, dio lugar a lo que respiramos hoy: esta basura de gobiernos confabulados que pretenden hacer a todos igual de pobres, igual de ignorantes, igual de cobardes, igual de iguales.
Anular al individuo y su capacidad creadora, que no despunte para que los que están en el poder no se sientan amenazados por intelectos superiores. Todas las actividades se han de hacer en equipo, en comunidad, para que nadie pueda asumir el papel de creador o innovador. Lo enseñan en las escuelas como una machacona doctrina.
Es una competición de arribistas.
Y así, de la misma forma que se busca el fracaso ajeno por satisfacción personal o arribismo, se busca el dolor ajeno.
Los mediocres no quieren curarse, buscan el consuelo en un dolor ajeno superior al suyo. Es la forma fácil de sacarse el miedo de encima, de pensar que vivirán más que otros más enfermos.
La soledad es el único refugio a las huestes envidiosas que buscan nuestro fracaso y dolor para solapar su estulticia.
Y la distancia. Habría que poner miles de kilómetros entres ellos y yo.
Y ése es mi fracaso: no hay suficientes kilómetros para alejarse de ellos.
Ni suficiente vida para recorrerlos.
No es bonito.
Huir, esconderse del dolor o el esfuerzo y recostarse en el ajeno.
Es la conducta insana. Mirar de reojo las lágrimas ajenas, para obtener un consuelo mísero.
Cuando hay seres en peor situaciones que nosotros, nos consuela. Y caminamos bien erguidos y ufanos. Sus penurias son nuestra superioridad.
Desde los inicios de las sociedades sedentarias y urbanizadas, el ser humano ha conseguido alcanzar la más alta perfección en la miseria y la envidia.
Desde los tiempos en el que hombres y mujeres despertaban a la conciencia de que no era ya necesario esforzarse en sobrevivir, idearon la ley del mínimo esfuerzo propio y máximo esfuerzo ajeno en todas las actividades: trabajar, crear, educar... Bastaba que otros fracasaran o sufrieran para sentirse confortados.
Esos inicios de la sociedad competitiva y alejada del pánico de la noche, la intemperie y la caza, dio lugar a lo que respiramos hoy: esta basura de gobiernos confabulados que pretenden hacer a todos igual de pobres, igual de ignorantes, igual de cobardes, igual de iguales.
Anular al individuo y su capacidad creadora, que no despunte para que los que están en el poder no se sientan amenazados por intelectos superiores. Todas las actividades se han de hacer en equipo, en comunidad, para que nadie pueda asumir el papel de creador o innovador. Lo enseñan en las escuelas como una machacona doctrina.
Es una competición de arribistas.
Y así, de la misma forma que se busca el fracaso ajeno por satisfacción personal o arribismo, se busca el dolor ajeno.
Los mediocres no quieren curarse, buscan el consuelo en un dolor ajeno superior al suyo. Es la forma fácil de sacarse el miedo de encima, de pensar que vivirán más que otros más enfermos.
La soledad es el único refugio a las huestes envidiosas que buscan nuestro fracaso y dolor para solapar su estulticia.
Y la distancia. Habría que poner miles de kilómetros entres ellos y yo.
Y ése es mi fracaso: no hay suficientes kilómetros para alejarse de ellos.
Ni suficiente vida para recorrerlos.
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El Gran Fumador
Si no tienes la suerte de estar en el lugar y momento adecuados, te has de conformar con admirar al "Gran Fumador" por encima de sórdidos edificios. Entornar mucho los ojos y para que se conviertan en bloques de sombra negros que oculten su fealdad. Amputar los detalles.
Es entonces cuando todo cuadra y la luz de un farola podría pasar por ser la luna.
Y ya estás preparado para admirar ese magnífico volcán que escupe sus cenizas sobre nuestras cabezas con desprecio.
Yo lo haría.
Los que no tenemos privilegios, tenemos que esforzar mucho la visión para sacar lo hermoso intrincado en la fealdad.
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Supongamos
Dijéramos que te amo. Dijéramos que me convulsiono con tus labios (los cuatro).
Pongamos que construyamos una vida juntos.
Pongamos que no existe muerte que nos separe.
Supongamos que nuestros despertares en las mañanas serán obscenos actos.
Ahora que está todo supuesto. ¿Te importaría si empezamos ya?
Lo de la muerte no es del todo cierto, me pisa los talones. Es envidiosa porque te quiero más que ella.
Y ahora dame uno de tus convulsivos besos.
Pongamos que construyamos una vida juntos.
Pongamos que no existe muerte que nos separe.
Supongamos que nuestros despertares en las mañanas serán obscenos actos.
Ahora que está todo supuesto. ¿Te importaría si empezamos ya?
Lo de la muerte no es del todo cierto, me pisa los talones. Es envidiosa porque te quiero más que ella.
Y ahora dame uno de tus convulsivos besos.
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domingo, 15 de febrero de 2015
Los accidentes cerebro vasculares
Que parezca un anuncio en una pared de una prisión, es un error, la lona publicitaria se encuentra en un solar vacío, sucio y al que ni las ratas quieren entrar. Es absurda la alambrada.
Solo así. por medio de un accidente cerebro-vascular se puede entender esta exótica forma de anunciar tortillas, porque escribir "arina" en lugar de "harina", es lo mismo de patológico que escribir "uevo" en lugar de "huevo".
Hay una posibilidad, muy remota, pero que podría salvar de la idiocia profunda al redactor del cartel: se refiere a que son tortillas hechas a mano por Arina, su prima rusa que está trabajando por quince pesos al día, "hocho" días a la semana.
Es muy remota la posibilidad de que una rusa se llame Arina y haga tortillas; pero es eso o mejor que lo lobotomicen.
Yo que pensaba que habría cola de gente pagando entrada y expectación para fotografiar tamaño "evento" y no había nadie. Es más, me miraban todos los peatones al fotografiarlo pensando que interés podía tener esa mierda lona.
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Una compra absurda
Esto aconteció un día que me decidí ir a comprar un foco a la ferretería, acababa de llegar a México. Pensé que hablando el mismo idioma, español, podría hacerme entender. Pudo ser peor, pude salir con una tapa de inodoro dadas las dificultades semánticas de tan solo dos palabras.
— ¡Hola, buenos días! Quiero un foco de cien vatios, por favor.
—Solo tengo focos de cien vatios, güero —díjome una ferretera desde el fondo de la tienda.
Me asusté, me asusté mucho porque no imaginaba tamaña complicación por una simple bombilla. También pensé que tenía una irritación cerebral o algún problema de dicción.
Repetí prestándome mucha atención y casi silabeando.
— ¿Tiene focos de cien vatios?
La ferretera apareció con la cabeza llena de pelos de cáñamo y arrastraba un trozo de cinta adhesiva de cinco metros que se le había pegado en las chanclas.
—Pues solo tengo de cien vatios —dijo un tanto irritada plantando un foco de cien vatios en el mostrador.
— ¡Ah... Ah...! No se preocupe, me irá bien ese mismo —dije sudando.
Mientras me daba el cambio imaginé que en algún lugar de aquella ferretería, había una mano de hombre con una navaja de afeitar cortando el ojo de una mujer frente a un espejo, pensé en el surrealismo, Dalí y Buñuel, en Un perro andaluz y en la falta de higiene de los canales auditivos.
Salí de aquel reloj derretido de Dalí con mucha prisa.
Llegué a casa intentando descifrar qué fallo en aquel diálogo en el que solo intervenían aquellas dos palabras: cien vatios. ¿Quién puede perderse en dos palabras? ¿Solo me pasa a mí y estoy abandonado en este planeta?
Decidí a partir de entonces comprar los focos en el súper y tener la boca bien cerrada.
Y ha ido bien.
— ¡Hola, buenos días! Quiero un foco de cien vatios, por favor.
—Solo tengo focos de cien vatios, güero —díjome una ferretera desde el fondo de la tienda.
Me asusté, me asusté mucho porque no imaginaba tamaña complicación por una simple bombilla. También pensé que tenía una irritación cerebral o algún problema de dicción.
Repetí prestándome mucha atención y casi silabeando.
— ¿Tiene focos de cien vatios?
La ferretera apareció con la cabeza llena de pelos de cáñamo y arrastraba un trozo de cinta adhesiva de cinco metros que se le había pegado en las chanclas.
—Pues solo tengo de cien vatios —dijo un tanto irritada plantando un foco de cien vatios en el mostrador.
— ¡Ah... Ah...! No se preocupe, me irá bien ese mismo —dije sudando.
Mientras me daba el cambio imaginé que en algún lugar de aquella ferretería, había una mano de hombre con una navaja de afeitar cortando el ojo de una mujer frente a un espejo, pensé en el surrealismo, Dalí y Buñuel, en Un perro andaluz y en la falta de higiene de los canales auditivos.
Salí de aquel reloj derretido de Dalí con mucha prisa.
Llegué a casa intentando descifrar qué fallo en aquel diálogo en el que solo intervenían aquellas dos palabras: cien vatios. ¿Quién puede perderse en dos palabras? ¿Solo me pasa a mí y estoy abandonado en este planeta?
Decidí a partir de entonces comprar los focos en el súper y tener la boca bien cerrada.
Y ha ido bien.
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