jueves, 20 de febrero de 2020

Pezones y premios


Hay actos inexplicables como rascarse la cabeza si no hay piojos o sarna.
Como beber vino y decir que es sangre.
Como estallar en mil pedazos para ganar una entrada al paraíso.
Pero nada hay tan enigmático como mi tartamudeo cuando estoy frente a ti.
Si tienes frío, podrías ponerte un jersey y no esa blusa fina, me pones nervioso.
Me gusta cuando las mujeres visten ropas livianas en invierno porque parecen aquellas viejas radios analógicas con sus notables mandos de volumen y sintonía.
A mí me llaman gusano airadas por mis divagaciones, con los pezones duros. Bien, por algo será.
No tengo nada en contra de algunos anélidos. Soy más de odiar las ratas, los cerdos solo los como.
Cada naturaleza ha de ser consecuente consigo misma.
O sea, si escribes idioteces, te pueden dar el premio Nobel según el humor de los borrachos del jurado. Es algo que ocurre con frecuencia.
También hay que saber dejar de escribir en el momento oportuno para que no te premien, además, con un premio Planeta; que también es lo suyo de suculento.
No sé que quiero decir con suculento, solo sé que es hora desayunar y yo aquí escribiendo estupideces.

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