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martes, 12 de noviembre de 2013

Sal, gel bactericida y mierda.


El gobierno mexicano lanza periódicamente campañas contra el uso masivo de sal y uno de sus anuncios dice: "Primero pruebalo, a lo mejor no necesita sal".
Y como soy muy zorro, muy viejo y todo lo he visto ya, he reflexionado.
La primera razón por la que cualquier provinciano palurdo de cualquier lugar del mundo consume sal, es porque es gratis, porque tiene el salero en la mesa del restaurante y le da por culo no gastarlo.
La otra razón es porque en su vida han comido bien y solo conocen lo que les hace su mamá, que se lo pone siempre todo muy salado para disimular lo mal que cocina. Por ello, estos catetos son desconfiados (porque como en casa no se come en ningún sitio) y le echan sal en las mismas cantidades que incultura tienen (y mala baba).
Eso me lleva al gel bactericida, la peña se unta con él a cada momento y en cada departamento oficial porque es gratis. Vamos, que la elegancia y la dignidad no es algo que le interese mucho al ignorante medio.
Y eso, a su vez, me lleva a evocar (también es invariable donde quiera que te encuentres) a los que llegan al trabajo y lo primero que hacen es cagar porque así ahorran papel y agua en su casa.
Ni yo mismo sabía lo íntimamente ligada que estaba mierda, sal y gel.
Deberían pagarme por analítico.
Y es que por lo visto, la incultura, el adocenamiento y la miseria, requieren mucha sal para poder soportarlas.
La sal de la vida... Y una mierda.

Buen sexo.

Iconoclasta

sábado, 6 de julio de 2013

Apacienta mis ovejas






Está bien, apacentaré a tus ovejas; pero que conste que estoy seguro de que ellas no conocen la palabra paciencia.
A ellas les va más su pastor de esas zonas rurales, profundas y aún llenas de superstición y lenguajes indescifrables. Donde cada día una de entre el rebaño es elegida para ser apacentada y amancebada por el buen pastor, ya que no hay mozas casaderas en varios kilómetros a la redonda.
De ahí que el pene del pastor tenga un ligero sabor a lana y el queso de oveja tenga ese sabor tan peculiar y buscado por sibaritas y snobs.
-¡Beee! ("me toca a mí", en español, en el original) -dice la oveja coqueta llamando la atención de Jesucristo mariposeando sus rizadas pestañas.
Qué chocho...

Buen sexo.
Iconoclasta

viernes, 22 de marzo de 2013

Danzantes prehispánicos y otras hierbas




El folclore y las tradiciones están muy bien. Son necesarias para preservar la cultura y crean nostalgias entrañables; pero me rechinan los dientes cuando en un semáforo se me acerca un tipo con taparrabos y plumas y díceme: Soy universitario.
Me quedo bizco ante el taparrabos y las plumas, imaginando a Hernán Cortés sujetándolo con un mecate atado al cuello. Recapacito sobre las culturas en las que las mujeres, suajilis y masais por ejemplo, exhiben sus tetas sin pudor (para que tengan interés antropológico no han de superar los veinte años, de lo contrario hay que observar sus pezones dirigiendo la mirada a sus tobillos) a los turistas y en los documentales, maldiciendo mi suerte de que siempre me toque macho en los semáforos.
Y respóndole: Pues yo creo en las formaciones calizas de las cuevas en forma de nabo.
Y arranco el coche antes de que me ponga bajo la nariz una lata oxidada de trozos de melocotones para que le tire unos pesos que pienso invertir en tabaco.
A través del retrovisor observo una estela de plumas de pollo revoloteando en el aire.
Tengo una vena poética…
Excelso.

Buen sexo.
Iconoclasta