jueves, 12 de marzo de 2020

PRESO (reflexiones del coronavirus)


Y ahora que a la chusma le han privado de sus amadas e incruentas manifestaciones socio-festivas semanales, les han quitado las fallas, se van a cancelar partidos de fútbol y viajes ¿Qué harán?
¿Qué pasará con las grandes manadas estabuladas que trashuman en masa hacia la playa los fines de semana?
¿Se sumará al coronavirus una gran y liberadora epidemia de depresiones y sus necesarios suicidios? Si es así ¿cuándo?
Esta impaciencia mía es un sinvivir.
El coronavirus debería llamarse “La peste de las redes sociales (PRESO)”, porque aunque no se propaga por internet, tiene la misma velocidad de contagio que la imbecilidad, la ignorancia y la mentira en las redes sociales (incluidas las grandes congregaciones de ganado en eventos culturales, políticos o sociales de mierda).
Es precioso cuando todo cuadra.
Y es que si me están tocando los cojones (irritándolos) a todas putas horas con el coronavirus, yo también tengo lo mío que denigrar. Y además con donaire, verbigracia, gracejo e ingenio.

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