sábado, 14 de marzo de 2020

Coronavirus capítulo un millón diez


Se han clausurado en un parque infantil dos venenosos toboganes y un temible balancín rompeculos.
No sé cuantos técnicos habrán sido necesarios para inmovilizar a esos diablos; pero estoy seguro de que han sido muchos durante mucho tiempo.
Así a ningún anciano se le ocurrirá jugar en ellos y ser devorado, andador y cochecito eléctrico incluidos. Jamás hubiera pensado que la corporación Umbrella (véase Resident Evil) fuera tan exhaustiva.
Yo, ni me he atrevido a acercarme a esas temibles bestias. Me da miedo.
Joder…
También ha habido ovaciones para el personal sanitario, no sé porque… Las ovaciones son para profesionales diligentes que no dejan que te mueras en una sala de espera de urgencias en cualquier fecha del año elegida al azar.
Sin embargo, a los que recogen la basura evitando que la gente se ahogue en mierda, ni un mísero letrero melindroso dibujado por el hijito bien adiestrado de unos papis chachis-pirulis votante-manifestantes crónicos, en ninguna ventana del planeta.

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