martes, 3 de diciembre de 2019

La indignidad de la ganadería


Aún sudo enfermedad mental y repugnancia al pensar que hubo un tiempo en el que tenía que verme entre todas esas reses mono-pensantes degradantes. Ser arrastrado por una manada de rumiantes de cerebros lisos.
Inevitables baños de mediocridad e imbecilidad que me hacían sentir mierda.
Y un odio atroz hacia quien no conocía.
Me hice misántropo de una forma crónica.
Soñé muchas veces como sería avanzar entre esa chusma con un par de navajas de afeitar, una en cada mano a la altura de mis muslos, con los filos cortando sin cesar todo aquello que rozaran, suave e inevitablemente.
Sangrante y dolientemente.
No se puede confundir el asco, la humillación y la frustración con locura.
Hay heridas ajenas que son consecuencia de auto protección y no de un deseo irracional de abrirse camino entre tanta mierda caminante. Son atenuantes, deberían serlo para exculpar al portador de navajas.
Necesito un espacio de seguridad entre la chusma maloliente, no puedo soportar el roce continuado sin vomitar varias veces. Sea navidad, reyes o el puto día de los muertos que no son siempre suficientes.
Ganado que no sirve ni para alimentar… Es patético.
Es indigno vivir en las granjas humanas.
No hay nada peor.

No hay comentarios: