jueves, 11 de julio de 2019

Viejos y ricos moteros gays


Ya es una norma de obligado cumplimiento que los homos (homosexuales, aclaro para los cortitos) adinerados y ya rozando la vejez; se compren grandes motos con muchísimas maletas, de esas que les cuesta pedos mover cuando están paradas y se enfunden en toda esa parafernalia fetichista de cuero para aparentar un volumen muscular que no tienen y esconder una flaccidez muscular que sí tienen.
Luego se bajan con dificultad de la moto y le pasan a su novio el casco mientras se quitan la cazadora para dejar ver unos gruesos tirantes que vete a saber para que los usan en la intimidad.
No sé si sus motos van equipadas con ceniceros; pero temo que sí. Son muy capaces de ello.
Es que cuando vives en una zona de buena acogida del Mondo Gay, aprendes los estereotipos tribales más rápidamente que los nombres de todos los típicos embutidos de forma oblonga que se venden en la comarca.
Para aquellos que sonrían como si fueran psicólogos de feria: no soy homófobo, solo anoto datos, soy puramente macho intelectual. Ni marica, solo observo y ejercito mi paciencia con dignidad y decoro. Además, voy exclusivamente en bici, con anchos pantalones de deporte de algodón en los que puedo llevar cómoda y discretamente una buena navaja.
Creo que los culos (al menos los peludos de hombre) tienen una sola dirección: hacia fuera. Y no es homofobia, es biología.
Y lo bien que me lo paso ¿eh? ¿eh? ¿eh?
Yo también puedo tener mis días de orgullo personal y alardear de ingenio, perspicacia y sabiduría.
Es que en cuanto llega una temporada vacacional, comienza la migración de las viejas y negras mariposas en tropel; y es difícil callar tantas emociones.

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