viernes, 15 de marzo de 2019

La voracidad de la floresta


Me gusta sentarme a pleno sol con el abrigo cerrado por el viento frío.
Es un bonito y heroico contraste.
El ruido del viento azotando la vegetación es la mejor música que ha existido jamás.
Y eso, maldita sea, por enésima vez y sin descanso me lleva a tomar la pluma y el papel y escribir, escribir, escribir… Estoy cansado de mi cerebro.
Necesito unas vacaciones, una muerte.
No quisiera ser pesimista en exceso; pero si las montañas están llenas de vida, más muerte contienen.
La mayor parte de vida es vegetal.
Y toda esa masa forestal se alimenta de lo animado. Es una belleza monumental y voraz. Espera paciente e infatigablemente la muerte de los animales todos.
Si se tiene esto presente en la naturaleza, es que se ha comprendido cual es el fin de la vida animal, su destino final.
La vegetación es una asesina muda, silenciosa e insaciable. 
Nos da aire para morir mejor.
Los cuervos brillan como el metal cuando el sol les alcanza; parecen pájaros mecánicos…
No deberían confiarse de la pérfida rama que los soporta, porque son de pluma y carne.
Románticos y nuestras tragedias…

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