sábado, 29 de septiembre de 2018

Una tigresa araña y una bota


Esta araña tigre está viva (a la hora de tomar la foto) porque estaba ahí, monstruosa ella, paranoicamente atareada haciendo un ovillo de seda con una mosca.
Me gusta la naturaleza, incluso puedo llegar a respetarla a pesar de fumar; pero si el bicho hubiera estado cerca de mi pie, luciría aplastada en la suela de mi bota; un irreconocible cadáver.
Hay quien grita, se aleja, se frota la piel como si la tuviera encima y los hay que (idiotas) la cogerían entre sus dedos para lucirla, por esos colores tan bonitos, en una foto que colgarán al instante en alguna red sucial de las dos que hay (no saben que son levemente venenosas, lo suficiente para que la picadura te amargue el día).
Mi reacción natural es pisarlas sin pasión, sin alegría, tristeza u odio.
Es lo que debo hacer dada mi naturaleza hijaputa.
Y si está en su telaraña como ahora y no invade mi territorio, me limito a fotografiarla y luego ignorarla, como si la operan de algún cáncer, me da igual. Y así podrá en un futuro, poner sus huevos (es hembra, las arañas cuando son llamativas y bonitas, son hembras ¿por qué será?).
Ahora resulta que además de ser un asesino impasible de insectos, también soy biólogo. Seguro que a Dios se le pone gorda cuando me observa desde el cielo.

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