jueves, 1 de marzo de 2018

Sin retorno



Es inevitable a veces ser débil y sonreír ante un pensamiento grato.
Dejarse llevar por la ilusión relajadamente, como si no importara lo acumulado y que pesa más que nada: el dolor, los muertos y los fracasos.
Por proyectos que jamás se realizarán porque he cruzado el punto sin retorno de la vida. Cuando ya no queda tiempo y es tarde para todo.
Te das cuenta de que sueñas y te sobresaltas de repente. Y te preguntas: ¿A qué viene esto? ¿Es hora de morir? ¿Estoy tonto?
Y acto seguido concluyo con pensamiento eficaz y sin amabilidades pueriles: ¿Para qué más tiempo? No necesito más. No lo quiero.
Me enciendo el enésimo cigarro y los pulmones, como que se duelen con un silencio enfisematoso. No les hago caso.
Para ellos tampoco hay retorno.
El cuerpo no acaba de aceptar la muerte, es muy ingenuo. Por ello hay que tratarlo con mano dura.
Por ello le permito sonreír en muy contadas ocasiones.
Empieza el fundido en negro.
Y está bien.
Dos veces bien. No problem.

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