sábado, 14 de enero de 2017

Oficina móvil


La bici porque caminar duele. Demasiado.
La libreta y el bolígrafo para anotar todas las obscenidades, blasfemias e instintos primarios que me poseen en libertad. Para mejorar el universo, corregir los errores que han cometido otros (dioses incluidos).
La navaja como puerta de emergencia en caso de hartazgo o cortar el dolor, para grabar mi nombre en los árboles, cortar ramas que me han herido los ojos o simplemente, admirar el doloroso filo de la vida y posar mis labios en él. Es regalo de mi hijo y como amuleto mágico contrarresta lo sórdido peligrosamente.
La brújula para asegurarme de que no vuelvo sobre mis pasos y no perder el rumbo del deseo. Para huir en línea recta cuando la navaja no es suficiente.
La mochila es el continente de la oficina y bolsa forense de sueños muertos a los que  busco un lugar bonito para enterrar. He llegado a la conclusión que nací para sepulturero.
El banco me sostiene y el camino me mata suavemente.

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