Me tranquilizan los silenciosos y veloces juegos de los gatos entre sí. Tan serios y a veces tan infantilmente juguetones. Precioso.
Los animales son buenas personas.
Y cuando juegan tan silenciosos, pienso en el exceso de ruido que hay en el mundo.
Mis oídos están duros y secos, los matices son solo sonidos demasiado graves que me causan confusión y dolor de cabeza.
Es hora de morir, es romántico; pero no es valiente. El deseo de morir nace de una cobardía ¿un cansancio, tal vez? Sea por pereza o por cobardía, no es elegante vivir así. Un poco de dignidad no puede hacer daño.
Los seres se cansan y mueren. No siempre se cansan porque son viejos.
Ocurren cosas.
Y lo que es peor: no ocurren.
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