jueves, 19 de febrero de 2015

No es broma


Cuesta mucho ser Iconoclasta y revolcarse en el ridículo sin pudor. Requiere esfuerzo, voluntad y la total pérdida de la dignidad.
Como cuando en la playa algunos se calzan ese bañador floreado que deja ver el canal de las nalgas sin ninguna elegancia.
No soy nada banal conmigo mismo.
De la misma forma que en una relación afectiva que es una mierda, jamás diré: es complicado.
Tengo un vocabulario muy básico presto a ser usado para evitar esos eufemismos.
Soy Iconoclasta, aunque me pese.
Qué cruz...

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