martes, 3 de febrero de 2015

La medida sexual y la otra

Hay momentos del día, bien al despertar, bien por la actividad obscena, en los que la medida de mi pene es sexual. No tiene mesura ni puta falta que hace.
Por un lado representa un gasto importante en carpintería, ya sabéis: marcos abollados, puertas agujereadas porque mi mano no llega a las manetas para abrirlas al caminar desnudo y empalmado por la casa.
Por otro lado, está la satisfacción de saber que son innecesarios los toalleros y el orgullo de tener "todo eso" ahí abajo.
Pero luego aparece el cretino Mr. Jeckyll: su cortesía, educación, cultura y sofisticación.
Es cuando la medida del pene ya no es sexual. Es la otra: la ridícula.
Me deprime ser Mr. Jeckyll por muy listo que sea.
Yo quiero ser un toallero a tiempo completo, me encanta Mr. Hyde.
Ahora, en este momento, me niego a mirar al suelo porque no hay nada en el horizonte.
Es un asco ser inteligente.
Sería maravilloso no ser esquizofrénico y ser siempre Mr. Hyde.
¡Pst, pst, pst... Vamos, chico, arriba! ¡Vayamos a cometer unas violaciones y descuartizamientos! ¡Jeckyll, vete a la mierda con la medida ridícula!
Menos mal... Definitivamente, tiré el dinero al comprar toalleros.
¿O se escribe tohayeros?
A veces soy casi feliz.

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