Se remueve inquieto, incómodo.
Lo siento en ese temblor que reverbera en mis rodillas.
Y caminar se convierte en algo incierto, la dirección varía constantemente.
No es mi culpa que la tierra tenga miedo a mis pasos firmes y el apocalipsis que sueño ser.
Me pide que sea un poco más cuidadoso con sus rocas.
Me pregunto si se refiere a que las abrace.
Si insiste, le confesaré que mi pensamiento es atroz; pero mi sexualidad no incluye la litofilia. Le amenazaré con mis brocas y agujerearlo para enseñarle el verdadero dolor. Algo aproximado a una rodilla enferma sometida a un temblor de tierra escala tres millones richter.
Hay días que no se puede pasear tranquilo por la cobardía ajena, aunque sea la de una piedra gigantesca.
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