viernes, 4 de abril de 2014

Una muerte dorada

Hay un desierto resplandeciente de dunas viajeras, doradas, erráticas y erosionadoras.
Hay un desierto sin vida donde la arena es muerte de alta joyería y la piel se hace pergamino.
Admiraré la áurea muerte fumando, hasta el fin.
Y juro que no necesitaré nada, ni a nadie.
Pero en este desierto que sale agua por grifos y en lugar de arena hay ratas y edificios, me muero como mueren los peces en las redes, con los ojos turbios y opacos mirando un cielo sin agua,  boqueando su poca vida, sin fumar.
Muero sin lo dorado, sin que importe a nadie, sin que me importe a mí la vida que quemo con cada cigarro, con cada paso en el gris asfalto.
Con cada doloroso y fatigado paso.

No hay comentarios: