miércoles, 17 de agosto de 2011

Muertes bailongas


Las muertes en los antros y discotecas por asfixia y cremación son esas cosas que siempre me han provocado un temor ancestral (aunque tampoco es algo que me provoque pesadillas, quería ser literario). Siempre he sentido una pena infinita por los muertos que se quedan pegados unos a otros por los vapores cianúricos de los artificiales materiales que usan para el equipamiento de estos locales.
Claro que ellos no tienen la culpa de morir, no del todo.

¿Pero qué coño hacen cientos de adultos con síndrome agudo de adolescente de sexo inquieto y no consolado, apiñados unos contra otros? Es normal cogerse el vientre cuando se retuerce con un ruido espantoso. Más concretamente cuando dan ganas de cagar con esa fuerza centrífuga irritante que tensa los dedos de los pies y obliga a apretar las nalgas con fuerza. Eso ocurre cuando me imagino muerto con ellos. Bueno, no es que sea elitista, pero yo no me junto con cualquiera.
¡Ah esos borregos adocenados de fiebre dance!

Buen sexo.
Iconoclasta

4 comentarios:

Aragggón dijo...

De elitista tienes de sobra, pero anda, yo quiero morir a tu ladooooo! (con todo y ritmo Vicentiqueño)
Muaaaaaaaaaaaa

Iconoclasta dijo...

Perdona la corrección, mi amor.
Pero seré yo quien muera a tu lado.
Primero los ancianos, luego los adultos y por último los niños. Como en Titanic.
¿Cómo diablos sabías que estoy escuchando Morir a tu lado?
Te amo, mi reina.
Muaaaaaaaaaaaaaaaaa...

Lynette dijo...

El Dance, el Metal, el Alternative, me parece estar hablando de cosas de otra Era, de otro Mundo; de una utopía. La verdad es que acá ya no existen esos lugares y por eso esa muerte de que hablas es imposible.

Mas bien están las muertes olorosas a sudor rancio, ácido y "perreo" que me imagino tienen ese "bum, bum" restallando en los oídos. La verdad es que eso es morir con mal gusto. Yo dejé de ir a las discotecas cuando cumplí 23, quiero quedarme con la imagen utópica, con el imposible, es que a veces la vida huele que alimenta, y otras apesta.

Un beso, bermejo

Iconoclasta dijo...

Tienes toda la razón, Lynette.
El perrea-perrea me tiene podrido, no tiene clase alguna.
La vida no es muy limpia y los sudores de tanto idiota acaban corrompiéndose.
Besos bermejos.
Buen sexo.